1 DE JULIO DE 2024 BICENTENARIO DEL EMPRÉSTITO BARING BROTHERS
Mientras que para algunos el mes de julio nos remite a la idea de independencia, otros no comparten ese sentimiento y no les importa la dependencia en la que sumergen a su patria; sino su propio bienestar. Por ello no tienen escrúpulos en firmar tratados lesivos para los intereses de su propio país. Este es el caso de la contratación del Empréstito Baring, que da comienzo a la historia de la deuda externa argentina. La Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires sancionó el 19 de agosto de 1822 una ley que facultaba al Gobierno a “negociar, dentro o fuera del país, un empréstito de tres o cuatro millones de pesos valor real”.
Los fondos del empréstito debían ser utilizados para la construcción del puerto de Buenos Aires, el establecimiento de pueblos en la nueva frontera con el indio, y la fundación de tres ciudades sobre la costa entre Buenos Aires y el pueblo de Carmen de Patagones. Además, debía dotarse de agua corriente a la ciudad de Buenos Aires. La Junta de Representantes había autorizado la colocación a un tipo mínimo del 70%, pero Rivadavia aceptó constituir un consorcio que representara al Gobierno de Buenos Aires para la colocación del empréstito al tipo de 70%. (Esto significa que un deudor, en este caso la provincia de Buenos Aires, se comprometía a endeudarse por un millón de libras esterlinas, pero aceptaba recibir sólo 700.000). Este consorcio estaba encabezado por
los señores Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y los hermanos John y William Parish Robertson, quienes en virtud del poder conferido celebraron el acuerdo en Londres con la firma Baring Brothers & Co. Como la colocación en el mercado sería fácil, la Casa Baring propuso al consorcio colocarlos al 85%, pagando 70% a Buenos Aires y repartiéndose el 15% de diferencia con el consorcio. El 1 de julio de 1824 se contrató en Londres con la Banca Baring el empréstito por 1.000.000 de libras esterlinas. El 15% de diferencia de colocación representó 150.000 libras, de ellas el consorcio en su conjunto se llevó 120.000
libras en carácter de comisión, y los 30.000 restantes fueron para Baring.
El Bono general dispuso que:
*Los intereses serían pagados semestralmente, encargándose la Casa Baring de hacerlo a nombre de
Buenos Aires cobrando una comisión del 1%.
*El Estado de Buenos Aires “empeñaba todos sus efectos, bienes, rentas y tierras, hipotecándolas al
pago exacto y fiel de la dicha suma de 1.000.000 de libras esterlinas y su interés.
*Baring retendría 200.000 títulos al tipo de 70, acreditando a Buenos Aires las 140.000 libras
correspondientes y disponiendo para sí del excedente de su venta.
*Por cuenta del consorcio, Baring vendería en bolsa los 800.000 títulos restantes al tipo de 85%,
cobrando un 1% de comisión por ello, y acreditando a Buenos Aires el 70%. Si lograse colocarlas a
más del 80%, la comisión subiría a 1,5%.
*Amortización 1% anual (había que girarle a Baring 10.000 libras por año), es decir, que el empréstito se cancelaría a los 100 años.
*En toda suma a entregarse en lo futuro por Buenos Aires, en concepto de intereses y amortizaciones, Baring cargaría un 1% de comisión a cuenta del Gobierno.
Como no se había especificado como llegaría el dinero a Argentina, el consorcio informó a la Casa Baring que la mejor manera era enviando letras giradas contra casas comerciales de prestigio que dieran garantías en Buenos Aires. No por casualidad, una de esas casas comerciales era la de Robertson y Costas, dos miembrosdel consorcio. Aunque sea el gobierno de Buenos Aires después de descontadas las comisiones de los negociadores y de la casa Baring Brothers que cobró en forma adelantada dos anualidades de intereses y amortizaciones más su comisión, debió haber recibido 560.678 libras, pero no fue así. Según Scalabrini Ortiz y otros, en los registros del Banco Provincia de Buenos Aires aparecen sólo 20.678 libras cambiadas por metálico, y 140.000 libras recibidas en octubre de 1824. Por lo tanto, han llegado a la conclusión de que como los comerciantes ingleses tuvieron ganancias desde 1809 hasta 1824, que no pudieron girar a Londres por no haber libras en Buenos Aires, la suma restante que no llega a 400.000 libras habría sido depositada en Londres en la cuenta de esos comerciantes para compensar esa falta de giros pendientes de envío.
Al final, del millón de libras que totalizaba el préstamo, sólo llegaron a Buenos Aires en su mayoría letras de cambio y una parte minoritaria en metálico. De la suma recibida, solamente llegaron al Río de la Plata en oro, como estaba convenido, menos del 4 % de lo pactado, 20.678 libras.
Ninguna de las obras previstas se realizó con ese dinero. En cuanto el préstamo llegó, la Legislatura cambió de idea: el dinero no era necesario. De modo que fue entregado al Banco de Descuentos para que lo entregara como créditos a sus clientes, a intereses mucho más bajos que los que pagaba la provincia por ese dinero. El empréstito solo se pagaría por completo ochenta años más tarde (1904). Por un préstamo de $ 2,8 millones se pagaron finalmente 23.7 millones, es decir, más de 8 veces. De todos modos, se canceló antes de lo previsto, porque la amortización del empréstito era del 1%, es decir, que había que devolver 10.000 £ por año, por lo tanto, estaba previsto que el empréstito se terminaría de cancelar a los cien años. Este contrato fue nefasto en
primer lugar porque no era necesario, ya que el país con los recursos de su Aduana podía reunir en tres años de ahorro esa suma, en segundo lugar el negociado que hubo en torno a él, en tercer lugar las dificultades del país que impidieron girar en tiempo y forma esas 10.000 libras anuales, las que sumadas a los intereses aumentaron las cifras del modo que hemos comentado y por último lo más importante: como la Casa Baring no cumplió ni siquiera con el envío de las 560.678 libras, la mayor desgracia de nuestro país fue no haber tenido un gobierno patriota que repudiara una deuda tan evidentemente ilegítima.
Rubén Cané
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