EL ASESINATO DEL POETA CARLOS ORTIZ (3ª parte)
La conducta del comisario de policía Laffitte, fue muy cuestionada
porque pese a que la comisaría está ubicada en la cuadra anterior al club y al
fuerte tiroteo, llegó cuando los asesinos habían huido.
Laffitte estaba en el Club del Progreso, distante unos cien metros del lugar del
hecho. Cuando se empezaron a escuchar los tiros, negó que fueran disparos y le
restó importancia simulando no darle importancia, insinuando que las
detonaciones no eran de armas de fuego. Atribuyó ese ruido al viento o a algunas
ventanas que habrían cerrado los vecinos.
En el momento de mayor efervescencia Laffitte se presentó con 40 minutos de
retraso en el Club Social acompañado de varios agentes. Ante los insultos,
silbidos y gritos de los que allí estaban y para disimular la complicidad que tenían
con el atentado, los policías comenzaron a correr hacia la misma dirección que
habían tomado, media hora antes los autores del ataque. Por su parte Laffitte, que
se salvó de ser agredido, porque primó la cordura, se dirigió a la casa de Ortiz. En
el trayecto le gritaron desde la calle: — “¡Comisario, los asesinos huyen por otro
lado!
— ¡Acompáñeme usted!”, respondió Laffitte y siguió rumbo a la casa del poeta.
Donde lo recibieron las hermanas indignadas porque este no había acudido de
inmediato al club. Entre sollozos e insultos lo instaron a salir en persecución de los
criminales.
Esta conducta de Laffitte motivó que posteriormente el comisario inspector Juan
J. Rivero, instruyera un sumario. Rivero fue enviado a Chivilcoy acompañado de
un secretario de apellido Nievas y de un piquete de quince hombres armados con
fusiles máuser. La Policía local fue acusada por la opinión pública de haber dejado
la “zona liberada” para que actuaran con comodidad los criminales. Lo que
evidenció la connivencia entre estos y las autoridades locales.
De todos modos, cabe señalar que no todos los policías se habían sometido a las
órdenes emanadas del oficialismo. Tal es el caso del oficial Tossar, que prestaba
servicio en la comisaría local. Por su carácter independiente no gozaba de las
simpatías del comisario Laffitte, con quien había tenido varios incidentes, el último
de ellos en la última noche de Carnaval.
El oficial Tossar hasta la mañana del miércoles 2 de marzo estuvo de servicio de
calle. A la tarde fue relevado de ese puesto y se le dio orden de marchar
inmediatamente al destacamento de Carlos Casares. De modo que a la hora que
ocurrió el atentado ese oficial no se encontraba desempeñando el servicio de
recorrido. Lo que constituye un dato más que sugestivo. Fue alejado exprofeso un
policía honesto del puesto desde donde podría haber impedido que se perpetrara
el ataque al club.
Este oficial vivía en una casa contigua al Club Social. El día del crimen le fue
comunicada la resolución de su traslado y quedó, por lo tanto, en Chivilcoy sin
ejercicio de funciones.
Coincidió por un azar del destino que el oficial Tossar llegó a su domicilio en el
mismo momento en que los agresores abrieron fuego. Se dijo en su momento que
corrió, empuñando su revólver, detrás de ellos, en dirección a la Avenida
Sarmiento.
Uno de los emponchados le llevaba poca distancia y es el mismo que, según
versiones anteriores, empujó con violencia al dependiente de la casa de comercio
que se asomó para ver qué pasaba al escuchar los disparos.
Ya próximo a detenerlo y a poca distancia del citado fugitivo, el prófugo giró de
improviso y se puso frente a Tossar. Se descubrió el rostro, y después de hacerse
reconocer le gritó: “Salváme, hermano”.
Ese individuo era Prisciano Cofré, que fue ratificada por el oficial Tossar en el
sumario que se levantó a raíz de este hecho.
En esa circunstancia le faltó carácter para cumplir con sus deberes. Él lo persiguió
á Prisciano Cofré, lo alcanzó y reconoció. Pero ante el temor de lo que le podría
ocurrir si lo capturaba, lo dejó escapar.
Por el mismo motivo no habló a tiempo, cuando era su deber hacerle saber al
funcionario sumariante, las culpabilidades que pesaban sobre un ex-empleado de
la oficina de guías.
Prisciano Cofré, uno de los autores de esta “pueblada”, como se acostumbraba a
llamar en el Chivilcoy de esa época a tales actos de violencia, se ocultó por un
tiempo. La policía rodeó su domicilio y despachó comisiones para que lo
capturaran. Era el jefe de la oficina de guías de la intendencia, un hombre muy leal
a Loveira y hermano del juez de paz de Chivilcoy.
El motivo por el cual el oficial Tossar no procedió a su arresto se debió a que
temió una venganza personal de su
enemigo, el comisario Laffitte. A quien consideraba como uno de los principales
instigadores del crimen.
Para trasladar a Ortiz hasta su casa se utilizó un sofá y para evitarle molestias y
no aumentarle los dolores al herido, se caminó lentamente. Participaron del
traslado los doctores Santiago Fornos, Carlos Correa, Juan Oteiza, Ireneo A.
Moras y Antonio Novaro. El grupo fue seguido por los asistentes al banquete y
muchas otras personas que habían concurrido al lugar del hecho apenas éste se
produjo.
Debido a que la casa de la familia Ortiz estaba desocupada en ese momento,
porque se habían ido a vivir a Buenos Aires, fue preciso arreglar una cama,
desnudar al herido con sumo cuidado y dejarlo en la cama y esperar a que se
tranquilizara. Los médicos le revisaron las heridas durante veinte minutos. Recién
ahí apareció el comisario Laffitte, recibiendo el rechazo de la familia, como ya
hemos comentado. El médico de policía tampoco cumplió con su deber, se
presentó en el domicilio de la familia Ortiz más de doce horas después de
producido el ataque al club y cuando ya Ortiz había fallecido.
Por la corta distancia que media entre el Club y la comisaría, que no debe exceder
de los 80 metros es imposible que no hubieran escuchados los disparos de las
diversas armas de fuego.
En medio de la angustia de sus seres queridos, el poeta recibió la primera cura.
No se quejó de los dolores ni profirió un solo insulto. A los amigos que lo
acompañaban, les dijo:
—“No den tanta importancia a mis heridas como al hecho en sí”.
La familia, de acuerdo con los médicos, resolvió que se trasladara de Buenos
Aires un cirujano, por si era necesaria una intervención quirúrgica. Se telegrafió al
doctor Marenco, quién tomó un tren expreso llegando a Chivilcoy a las 7 de la
mañana del 3 de marzo, como ya hemos señalado. [De paso obsérvese cuánto
hemos retrocedido en materia ferroviaria, que hoy en 2023, eso es imposible por
los escasos horarios en que circulan los trenes entre Chivilcoy y Buenos Aires].
Una vez que fue retirado Ortiz del club todas sus dependencias se llenaron de
gente exaltada que protestaba enfurecida contra el despiadado crimen.
Alguien propuso que se castigara inmediatamente al principal autor de este hecho
aplicándole la ley de Lynch. Pero se supo que el autor moral del crimen se
encontraba cómodamente instalado en un chalet que se había comprado en Mar
del Plata.
Otros exaltados propusieron ir a prenderle fuego a la casa de Loveira, pero una
persona logró imponer enérgicamente calma y cordura a los espíritus.
El doctor Marenco coincidió en su pronóstico con el que habían expresado los médicos
Carlos Correa, Santiago Fornos, Juan Oteiza y Antonio Novaro que vieron al enfermo
desde el primer momento y no se separaron ni por un instante de su cabecera. Se trataba
de un caso gravísimo, fatal. Se dispuso, como un último recurso, proceder inmediatamente
a la intervención quirúrgica, sin ningún resultado satisfactorio. Los pronósticos se
cumplieron. A las 9 de la mañana el poeta falleció.
Ortiz, era sobrino del doctor Antonio Bermejo, presidente de la Suprema Corte de Justicia
Nacional.
Una gran cantidad de personas fue a darle su último adiós a Carlos Ortiz en la
casa de su familia, donde se realizó su velatorio.
El sepelio se realizó el día 4 de marzo a las 9 de la mañana, Casi dos horas antes
comenzaron los preparativos para realizar la autopsia solicitada por el juez del
crimen. La misma estuvo a cargo de los doctores Zunino médico de policía y Sirio
de los tribunales y asistió a ella el doctor Fornos.
Ortiz había fallecido después de que se le extrajera la bala que tenía alojada en la
pierna derecha; el proyectil correspondía a un revólver Smith o a una imitación de
esa marca.
La autopsia comenzó a las 8,20 de la mañana. Se llevó a cabo en una pieza
contigua a la capilla ardiente donde se lo velaba. La tarea se presentó un
poco dificultosa, no obstante, terminó a las 9. La bala que le provocó la muerte
estaba alojada cerca de la tercera vértebra lumbar, algo hacia la izquierda sin
haber afectado la columna.
Terminado el acto se procedió nuevamente a transportar el ataúd, á la capilla
ardiente, donde se reanudó el interminable desfile de dolientes que se
interrumpiera durante la autopsia.
Durante el velatorio llegó una corona de flores naturales enviada por el señor
Vicente P. Roldán para que fuera colocada en el féretro del poeta Carlos Ortiz,
pero la familia del extinto rechazó indignada esa demostración de afecto y respeto
porque el señor Roldán era partidario de Loveira, a quién la opinión pública
señalaba como autor intelectual del crimen, por lo cual el envío de flores fue
considerado una actitud hipócrita.
Primeras repercusiones del atentado
La noticia del atentado llegó primero a Buenos Aires y luego, desde allí a La Plata.
Donde fue recibida por el inspector Daus, que se hallaba de servicio en el
departamento central de policía. Poco después se recibía un parte del comisario
de Chivilcoy, Adrián Laffitte, donde daba su versión de lo ocurrido.
En dicho parte informaba que al escuchar el tiroteo, se dirigió al sitio de donde
partía, y se encontró con un gran alboroto. Allí le informó un señor de apellido
Carosella que un emponchado había hecho fuego desde la calle sobre las
personas asistentes al banquete, huyendo luego.
Acompañado de dicho señor, el comisario siguió el rumbo que se le indicó llevaba
el fugitivo, pero no encontró a nadie ni los transeúntes dieron algún dato.
En compañía de los oficiales Tobal y Cabral realizó después otra batida, sin
ningún resultado.
Finalizó el parte diciendo que desde el club se habían hecho por lo menos cien
disparos y luego agregaba: “Como los comensales son todos opositores a la
situación local, reina gran efervescencia, oyéndose inculpaciones de carácter
político.
Entiendo que el asunto es grave por la clase de las personas que intervienen; y
pido el inmediato envío de un inspector”.
Una vez impuesto de las novedades, el jefe de policía desde La Plata, dispuso que
se ordenara telegráficamente al comisario Laffitte que iniciara las primeras
actuaciones del sumario, que pusiera todo su esfuerzo en la captura de los
anónimos asaltantes y que tomara todas las medidas necesarias para restablecer
la tranquilidad, debiendo proceder con absoluta imparcialidad, de modo tal que la
acción de la policía no pudiera ser considerada parcial.
Después de impartirle estas instrucciones, se le ordenó acudir inmediatamente al
telégrafo para una conferencia. Donde el inspector Daus lo sometió a un
interrogatorio. Laffitte respondió que todavía no había practicado ningún arresto,
que las personas que se hallaban en el club no habían hecho fuego en su
presencia, motivo por el cual no podía señalar a nadie, que el número de disparos
lo había calculado por los tiros que escuchó cuando se dirigía desde la comisaría
al lugar del suceso, creyendo que entre los concurrentes al banquete muchos
cargaban armas.
Adviértase que negó que estaba en el Club del Progreso y nada dice de lo mucho
que tardó en llegar al lugar de los hechos.
Agregó que el señor Ortiz le declaró haber sido herido desde la calle. Señaló que
la actitud de algunas personas era hostil hacia la policía, y que estaba haciendo
todo lo posible para capturar a los atacantes, pese a que las descripciones de los
testigos sobre el aspecto de los agresores no eran precisas.
Se le informó al comisario, al término de la conferencia,
que en el primer tren de la mañana partiría para Chivilcoy el inspector Rivero, a
quien debería entregarle las actuaciones que hubiera practicado.
El citado inspector llegó a Chivilcoy con quince hombres del cuerpo de
gendarmería volante, enviados en previsión de cualquier alteración del orden,
dada la profunda agitación que el suceso había producido. La actitud de la policía
local era duramente criticada. En un telegrama dirigido al jefe de policía señor
Lavié, y firmado por personas que habían participado del banquete, después de
narrarle lo ocurrido, acusaban a la Policía de complicidad en el crimen y exigían
garantías, El jefe de policía contestó anunciando el envío del inspector Rivero y
prometiendo que se actuaría con la mayor firmeza e imparcialidad.
El juez del crimen de Mercedes, era el doctor Hernández, a él le correspondió
avocarse al caso, pero se excusó de venir hasta Chivilcoy alegando que sus
ocupaciones se lo impedían. Pidió, en cambio, que se enviara un funcionario
policial acreditado para levantar el sumario.
El día 3 con las firmas de los Doctores Ireneo A. Moras, Santiago Fornos y del señor
Emilio N. Moras, entre otros se envió un telegrama al gobernador Ignacio D. Irigoyen
informándole de lo ocurrido en el Club Social. Telegrama que fue rápidamente respondido
por el gobernador prometiéndoles que se haría justicia. Otro telegrama le fue enviado al
gobernador electo, general Inocencio Arias y, por medio de un tercer telegrama se facultó
al Dr. Héctor Julianez Islas para que en representación de los asistentes al banquete se
presentara ante el gobernador Irigoyen para relatarle los pormenores de lo sucedido y
reclamarle que se haga justicia y que se le brindara protección a la población ante la
Policía y demás autoridades locales.
También se enviaron telegramas relatando lo sucedido y la grave situación que se
vivía en Chivilcoy a los diarios de la capital, La Plata y Mercedes.
El intendente Barbagelata, también le envió un telegrama al gobernador Irigoyen.
Como sabemos Ortiz falleció el 3 de marzo a las 9,00 horas de la mañana. El diario “EL
Debate” editó un boletín a las 10,30 hs, condenando el asesinato acusando al
oficialismo local como responsable del atentado con la complicidad de la Policía.
Se acusó a Loveira de ser el autor intelectual del crimen, con la connivencia del
intendente Barbagelata y del comisario Laffitte. A la vez instaba al pueblo y al
comercio a cerrar sus puertas en señal de duelo.
Ese mismo día “El Debate” publicó un segundo boletín a las 17,00 hs. Para ese entonces
el pueblo había respondido favorablemente al pedido de cierre y una gran multitud se
reunió en el Club Social.
En esa reunión se resolvió:
“I. Pedir individualmente sus renuncias á todos los hombres
honrados que en una ú otra forma desempeñan cargos
públicos. No se admite que nadie que no se halle complicado
en el asesinato de anoche, continúe prestando su concurso
al caudillo de los tiempos de Rosas, Vicente D. Loveira.
II. Un paro general hasta que se haga debida justicia.
III. Invitar al pueblo todo á que en el día de mañana
entorne sus puertas, ponga crespones en ellas en señal de
duelo y concurra en manifestación de colosal protesta para
acompañar los restos del que fué Carlos Ortiz.
Por aclamación se resolvió nombrar una comisión de vecinos
que correrá con todos los trabajos relativos á la consecución
de los fines propuestos y á obtener rápida y eficaz justicia.
Quedó ampliamente autorizada para tomar las resoluciones
que fueren necesarias y suscribir todas las peticiones que se
dirijan a los poderes públicos y a la prensa.
Componen la comisión los siguientes caballeros: Presidente,
Dr. Santiago Fornos; Secretario, Antonio Seara (director de
«El Debate»); Vocales: Argentinos: Dr. Ireneo A. Moras,
Cecilio Lamón, Prudencio S. Moras, Dr. Carlos A. Correa,
Juan B. Cúneo, Juan M. Menéndez, Emilio N. Moras, Dr.
Juan Oteiza, Eugenio F. Díaz, Valerio A. Chaves (director de
«La Democracia»), Dr. Antonio Novaro. Españoles: Srs.
Francisco Cores (Presidente de la S. E. de S. M.) [Sociedad
Española de Socorros Mutuos], Serafín Casáis (Presidente
de la Sociedad Española «La Democrática»), Rufino Pérez,
Elíseo Varias, Aquilino Osinalde. Italianos: César Patella
(Presidente del «Circolo Italiano»), Pedro Mentasti, José
Vassallo, Antonio Della Madallena, José Assandri.
Franceses: Federico Garnier, Pedro Mesplet, Juan Galland”.
La familia Ortiz recibió, ese mismo día, 3 de marzo, desde Mar del Plata el
telegrama de respuesta del general Inocencio Arias: “…—Recibí su doloroso
telegrama; lamento en el alma la gran desgracia sufrida. Me dirijo al señor
gobernador solicitando su alta influencia para que se haga justicia”
Cabe acotar que, José Inocencio Arias era el gobernador electo de la provincia de
Buenos Aires y que en el momento de producirse el asesinato del poeta Carlos
Ortiz, aún no había asumido su cargo, por eso le pidió al gobernador de turno:
Ignacio Darío Irigoyen que se ocupara del tema.
Ante la gravedad de los hechos, varias personas que se desempeñaban en cargos
públicos, decidieron tomar distancia del oficialismo, para no avalar con su
presencia el accionar del mismo ni asociar sus nombres a este. El doctor Carlos A.
Correa, miembro del Consejo Escolar, presentó la renuncia de su cargo; el doctor
Juan Oteiza renunció al puesto de médico municipal; los señores Guillermo
Sánchez y Mariano Storni presentaron la renuncia a sus bancas en el Concejo
Deliberante y el señor Luciano López renunció al puesto de agrimensor municipal.
Unos días más tarde el gerente del Banco de la Nación, sucursal Chivilcoy:
Benjamín Alfonso, renunció al cargo de miembro de la comisión del Hospital de
Chivilcoy que era presidida por Loveira.
Por su parte el Consejo Escolar se reunió el día 3 y resolvió adherirse al duelo,
concurriendo al sepelio con todos sus miembros restantes, enviar una nota de
pésame a la madre del fallecido y demás familiares, enviar una corona de flores
naturales, suspender las clases el día 4 de marzo después de pasar lista en las
escuelas del distrito y cerrar las oficinas.
Por su parte el diario oficialista “El Nacional” rechazó las acusaciones de
culpabilidad que recaían sobre las autoridades y también repudió el crimen.
Los vecinos de la localidad de Alberti, que todavía formaba parte del Partido de
Chivilcoy, le enviaron al gobernador Irigoyen un telegrama pidiéndole que haga
justicia a lo que el gobernador respondió asegurándoles que el Estado movería
todos los resortes necesarios para esclarecer el hecho. Además, los albertinos en
adhesión al duelo decidieron cerrar las puertas de los comercios el día 4 y enviar
una delegación para asistir al sepelio del poeta Carlos Ortiz.
El 3 de marzo llegó a Chivilcoy el jefe de policía, señor Lavié. Vino acompañado
del subinspector señor Santos Rosa y comisario de investigaciones señor
Márquez, quien se hizo cargo de la comisaría. Con ellos llegó el comisario
inspector señor Ramos. Dicho funcionario había sido comisario de Chivilcoy por
espacio de ocho años y era quizás uno de los más indicados para cooperar
eficazmente en la investigación, por el conocimiento que tenía de los elementos
locales.
También arribaron a la ciudad el juez del crimen del departamento del centro
doctor Hernández, acompañado de su secretario. La presencia de estos
funcionarios calmó un poco los ánimos. La gente creyó que su accionar sería
rápido y seguro.
El doctor José María Moras pronunció un discurso en el Club Social condenando
enérgicamente el ataque al club de la víspera e invitó al pueblo a asistir al sepelio
de Ortiz qué tendría lugar a la mañana siguiente a las 9,00 hs. Y a la vez convocó
a la gente allí reunida a asistir al mitin que se llevaría a cabo el día 4 de marzo a la
tarde.
Los hechos se precipitaron rápidamente y el cuestionado comisario Laffitte detuvo
a tres sospechosos, mientras que uno se entregó voluntariamente y quedó
arrestado.
Los detenidos fueron los individuos Barrios, hombre con malos antecedentes;
Lagos, cochero de profesión; Petrozzi, reconocido por su afición por el juego y
Cartier que fue quien se presentó espontáneamente al tener noticias de que se le
buscaba.
La intervención directa del jefe de policía señor Lavié y del inspector señor Rivero,
determinaron la suspensión en sus funciones del comisario Laffitte, pese a haber
detenido a los tres primeros sospechosos, entre los cuales se encontraba el
mencionado Barrios, de quien se sospechaba que fuera el autor principal del
atentado.
El sepelio
El día 4 de marzo la ciudad amaneció envuelta en un ambiente de honda tristeza
y a la vez de indignación. Los negocios cerraron sus puertas y la población, sin
distinción de clases sociales cerró sus viviendas. Las manifestaciones de repudio
al asesinato de Ortiz, eran casi unánimes. Muchas casas estaban enlutadas y los
rostros de los vecinos mostraban señales de tristeza. El hecho era sin precedentes
y nadie se sentía seguro.
Una importante cantidad de habitantes de Chivilcoy asistió al sepelio en señal de
duelo, al cual se había adherido el resto del país.
En esa época los velorios se hacían en la casa de los difuntos. Por ello la vivienda
de la familia Ortiz estuvo repleta de gente durante el velatorio y, durante la noche
del 3 y madrugada del día 4, la gran cantidad de gente hizo que la calle San
Martín frente al domicilio del extinto quedara cortada. Llegaron personas de la
zona rural, de Mercedes, La Plata y Buenos Aires a solidarizarse con el dolor de la
familia Ortiz. Todo ello, pese a que había rumores de que asistir al sepelio podría
traerles peligrosas secuelas. Como consecuencia de esta elevada concurrencia se
formaron largas hileras de coches.
La familia recibió un sinnúmero de telegramas de condolencias y de protesta por el
crimen.
Ortíz fue sepultado en el nicho135, pabellón C fila 2 a derecha. Poco tiempo
después sus restos fueron trasladados a la bóveda familiar del Cementerio de La
Recoleta.
Después del sepelio, en la tarde del viernes 4 de marzo se realizó un mitin de
protesta contra el crimen y para pedir la renuncia de las autoridades que todavía
no se habían solidarizado con la situación presentando la dimisión a sus cargos.
La columna de manifestantes recorrió la calle Pellegrini hasta la plaza España y
volvió por la avenida Suárez hasta la Plaza Principal, donde hablaron Alejandro
Mathus, el doctor Juliánez y el señor López, enviado especial del diario “La
Prensa”.
El acto se realizó sin que se produjera ningún altercado. La concurrencia se dirigió
después al Club Social, cuyos salones permanecían siempre llenos de público,
comentando los sucesos de actualidad.
Luego se formó una comisión de caballeros, quienes después de reunirse en el
Club Social se propusieron trabajar para lograr la erección de un monumento al
poeta Carlos Ortiz para perpetuar su memoria. El cual estaría ubicado, según este
primer proyecto, frente al Club Social. Dicha comisión estuvo compuesta de la
siguiente manera: Presidente, Eugenio F. Díaz; Vice-presidente, doctor Antonio
Novaro; Secretarios: José M. Moras, L. M. Peralta, H. Martelleti y Juan, M.
Velurtas; Tesorero, Sebastián F. Barrancos; Vocales: Dr. I. A. Moras, Antonio
Seara, Dr. Juan Oteiza, Dr. Pedro Uslenghi, J. P. Castillo, Dr. Héctor Juliánez, A.
Mathus y J. M. Menéndez.
Sin embargo, pese a estas buenas intenciones la obra no la materializó esta
comisión, sino otra formada en 1939, durante la administración del intendente
Generoso Fernando Falivene. Esta última comisión estuvo formada por vecinos y
fue presidida por el señor Juan B. Lauhirat. La iniciativa del proyecto partió del
entonces diputado nacional, Dr. Luis Grisolía. En realidad se trata de un busto
realizado por el escultor argentino, Juan Zuretti (1880 – 1959). El cual fue
inaugurado en la Plaza Principal el 22 de octubre de 1939, durante los actos
conmemorativos del 85 aniversario, de la fundación de Chivilcoy.
Los agitados meses posteriores al asesinato
El día 3 de marzo se había decidido un paro de actividades en la asamblea
realizada en el Club Social por la comisión que tenía a su cargo la misión de
reclamar justicia. Todo el comercio, salvo contadas excepciones, había cerrado
sus puertas, de manera que la ciudad, habitualmente animada, ofreció una
apariencia de ciudad desierta.
Paradas las tahonas, en los hoteles y en las casas de familia no hubo pan fresco,
empezaron a escasear los comestibles.
Los cocheros no ataron. Los que tenían que recorrer largas distancias debieron
por esa causa hacerlas a pie, afrontando largas caminatas.
Durante la noche del viernes 4 y madrugada del sábado 5 de marzo había llovido,
lo que hizo que se sintiera más la falta de vehículos, obligando a caminar a las
estaciones de ferrocarril a los pasajeros que debían abordar el tren. Es de hacer
notar que la nueva estación de Chivilcoy Sud está á una legua del centro de la
ciudad y enormemente separada de la vieja; habilitadas ambas para distintos
servicios. El paro había demostrado que el comercio se había adherido a las
manifestaciones de protesta por el crimen y el reclamo de justicia.
Simultáneamente, por esos días el ex director de la Escuela Normal, Alejandro
Mathus, el homenajeado en el banquete, recibió la comunicación del Ministerio de
Instrucción Pública, en la cual se le ordenaba que se presentara 48 hs más tarde
de recibida ante el Ministerio.
La orden respondía al propósito de que el ex director se alejara de la ciudad, de
acuerdo con el deseo de su enemigo: Vicente Loveira. Mathus fue designado para
dictar dos cátedras en la Escuela Normal de Mendoza.
El comité popular, había organizado una marcha de protesta que debía realizarse
el sábado 5 de marzo a las 16,00 hs.
Cuando la Policía se enteró le manifestó a los organizadores que debían presentar
previamente una comunicación escrita estableciendo el itinerario que recorrerían
los manifestantes, en cumplimiento de los requisitos establecidos para casos
similares.
Los miembros del comité organizador, consideraron que esta exigencia constituía
una obstrucción policial, porque el día anterior se había realizado una
demostración igual sin las restricciones exigidas posteriormente.
En consecuencia, se resolvió elevarle a la policía la comunicación solicitada, pero
como ya no había tiempo para celebrar el mitin en el día, se realizó en el Club
Social una reunión que contó con una elevada concurrencia.
El acto se convirtió en una protesta exteriorizada por medio de los discursos
pronunciados por varios oradores.
Captura de los criminales
El día 5 de marzo se informó que a la noche se había logrado identificar a los
autores, del crimen. Ellos eran: Emiliano Barrios (hijo), José Cúparo, Pedro Cartier
y Prisciano Cofré.
A excepción del último, los demás ya estaban arrestados. En sus declaraciones
relataron la forma cómo procedieron, brindando los detalles que precedieron a la
ejecución del crimen.
El jefe de policía dirigió esa misma noche un telegrama al gobernador,
informándole los resultados de la investigación y prometiéndole la pronta
detención de Cofré.
Ante la marcha de los acontecimientos el jefe de policía había pedido el día 4 de
marzo el envío de un piquete de veinte hombres montados. Los que fueron
enviados al mando de un teniente por tren junto con su caballada.
Mitin de protesta del 6 de marzo
El mitin fue convocado para las nueve de la mañana, pero como las calles por
donde debían marchar los manifestantes estaban anegadas por la gran cantidad
de agua caída debido a una intensa lluvia la Comisión resolvió:
“Los fines del paro general resuelto en consecuencia de las
circunstancias luctuosas por que cruza esta ciudad y en
señal de solemne expectativa [sic] frente á los desagravios
de la justicia, quedan virtualmente cumplidos con los hechos
que son ya del dominio público. La causa del pueblo,
esencialmente moralizadora y la estricta reparación, ha
merecido la adhesión de los doctores Carlos A. Correa, Julio
Oteiza, Feliciano Inzua, y señores Augusto Caminada,
Bartolomé Gilardi, Mariano Storni, Fernando Ortiz y Luciano
López, cuya declinación de los cargos públicos que
desempeñaron, consagra la entereza de su altiva
independencia y ratifica la sanción condenatoria del crimen
que ha llenado de indignación y de vergüenza al país entero.
La identidad de los delincuentes está hecha y en tal
concepto, la develación del drama señala ya el momento de
trasmitir palabras de confianza á la vindicta pública y de la de
sincero aplauso al esfuerzo de la justicia.
Honrando, pues, esta actitud del pueblo en su demanda
de desagravio—y en tanto que las gestiones del
esclarecimiento y condigno castigo coronen fielmente las
resoluciones presentes de la justicia— hemos creído que
debía darse por terminado el paro general decretado cuando
el dolor producido por la agresión de la barbarie, hacía volver
los ojos al amparo de los poderes públicos de la provincia; y
en esa actitud, por deliberación expresa de la fecha, hemos
resuelto dar por terminado desde hoy el paro general que ha
sido una cooperación expontánea [sic] del comercio y del
vecindario honrado de esta ciudad.
Chivilcoy, Marzo, 6 de 1910”
El regreso de Loveira
El 8 de marzo había en la ciudad una gran expectativa porque se produjo el
regreso de Loveira. Fue esperado por la Policía con todo género de precauciones,
A tal punto que lo escoltaron hasta su estancia veinte vigilantes montados a
caballo. Su llegada reanimó el espíritu de sus partidarios.
La presentación de Cofré
Finalmente el buscado Prisciano Cofré se presentó ante la policía local
espontáneamente. Este se había fugado de su domicilio momentos antes de
ordenarse su detención por el Inspector Rivera, encargado en un principio de la
instrucción del sumario que se levantó con motivo del atentado.
A mediados de marzo, el Juez del Crimen, Dr. Hernández, que estaba a cargo del
sumario, trasladó su juzgado nuevamente a Mercedes y ordenó el traslado de los
sospechosos de estar implicados en el asesinato a la cárcel de dicha ciudad.
Los trasladados fueron: Juan González, cochero de Loveira.
Prisciano Cofré, Jefe de la Oficina de Guías de la Intendencia Municipal.
José Cúparo, empleado municipal.
Emiliano Barrios (h), inspector municipal. Este gozó -como vemos- de muy pocos
días de libertad.
Samuel Cabral, oficial de policía.
Ninguno de los empleados municipales fue suspendido en sus puestos.
Los movimientos de Loveira eran seguidos con atención por el diario “El Debate”.
Al retirarse de la ciudad, el citado órgano de prensa decía que había ido a tomar el
tren acompañado del intendente Barbagelata, del Juez de Paz Cofré y otros
acólitos que hacían las veces de guardaespaldas. Aunque por las dudas también
se advertía la presencia de dos sujetos emponchados que vigilaban todo lo que
ocurría en derredor de Loveira y qué evidentemente eran custodios encubiertos.
Posteriormente “El Debate” junto con diarios como “La Prensa”, “La Argentina”, “La
Verdad” y “La Ley” denunciaban que en Mercedes se hallaban Loveira,
Barbagelata y el Juez de Paz de Chivilcoy, Venancio Cofré, hermano, de uno de
los detenidos; haciendo gestiones para que sus condiciones de detención fuesen
benignas. Convirtiéndolos en un grupo de privilegiados. Con lo cual el oficialismo
se auto incriminaba en el atentado.
“El Debate” siguió los pasos de Vicente Loveira durante su periplo por todos los
estudios de abogados de Mercedes, buscando quien asumiera la defensa de sus
hombres, los que asaltaron al Club Social la noche del 2 del corriente, asesinando
al poeta Carlos Ortiz é hiriendo á varias otras personas.
Acto seguido, el caudillo visitó a ciertos caballeros mercedinos ante quienes
condenó el crimen, dirigiéndose luego a un hotel de la vecina ciudad a encargar el
servicio de viandas que debía presentarse a diario en la cárcel a los detenidos:
Barrios (inspector municipal), Cabral (oficial de policía), Prisciano Cofré (jefe de la
oficina de guías de la Intendencia), Cúparo (empleado municipal) y González (su
cochero).
La Manifestación del domingo 20 de Marzo
El domingo 20 de marzo quienes querían seguir repudiando el atentado del día 2 y
reclamando justicia por la muerte de Ortiz organizaron una manifestación, que
trató de ser neutralizada por el loveirismo organizando una fiesta de campo
profusamente difundida, donde hubo asado con cuero regado con abundante vino,
carrera de sortijas y hasta se repartió dinero en efectivo a modo de estímulo para
lograr atraer a una gran cantidad de público y restarles asistentes a la
manifestación, pero todo fue en vano. Ni siquiera una lluvia torrencial logró impedir
que una multitud, sin distinción de clases sociales ni profesión, se diera cita en los
puntos de encuentro.
En el Club Social, varios oradores hicieron uso de la palabra dirigiéndose a la
multitud allí reunida. Uno de ellos fue el Dr. Santiago Fornos, quien después de
condenar el asesinato de Ortiz, entre otros conceptos expresó: “que la Comisión
Popular proponía a la Asamblea nombrar abogados para que demanden a la
municipalidad por la ilegalidad de las ordenanzas de impuestos, por cuya razón el
vecindario no debe pagarlos hasta que se pronuncie la Corte Suprema” y luego se
levantaron firmas para elevar al Senado provincial un petitorio en el que se solicitó
el desafuero y revocación del mandato del senador Loveira.
El funeral cívico
Para mantener viva en la población la memoria del poeta Carlos Ortiz se
comenzaron a desarrollar actividades culturales. Un grupo de damas de Chivilcoy
se reunió en la Biblioteca Popular con ese fin. Como resultado de la reunión se
formó una comisión presidida por Dorotea Duprat de Pechieu. En la misma
oportunidad se resolvió realizar un funeral cívico el día 3 de abril a las dos de la
tarde en el teatro Español. Para el cual se convocó a algunas personas de
Chivilcoy y a varios literatos y oradores de la ciudad de Buenos Aires.
Se nombró una comisión auxiliar de caballeros y se le remitió a la señora Petrona
C. de Ortiz (madre del poeta) una nota comunicándole lo resuelto para honrar la
memoria de su hijo.
Por último se decidió enviar una nota de apoyo a la comisión pro monumento a
Ortiz en la que las damas prometían su concurso para ayudar a concretar dicha
idea.
La comisión de damas recibió numerosas adhesiones lo que le permitió realizar el
3 de abril el acto programado.
El teatro estuvo totalmente colmado y hubo muchas personas que no pudieron
ingresar por falta de espacio.
La caída de Loveira
Mientras tanto, reinaba la confusión dentro del oficialismo. El mismo panorama
presentaba la política general. Hay que tener en cuenta que la crisis se había
producido dentro del Partido Conservador, en el cual tanto militaban los hombres
señalados como oficialistas como los que se catalogaban de opositores. De estos
últimos, algunos, años más tarde, pasarían a integrar las filas del radicalismo. Los
primeros en renunciar a sus cargos en señal de protesta fueron el doctor Carlos A.
Correa, consejero escolar, quien había resultado electo el año anterior, el doctor
Juan Oteiza, médico municipal y el senador Luciano López, agrimensor municipal
y los concejales: Mariano Storni y Guillermo Sánchez Risso Patrón, seguidos
luego por Bartolomé Gilardi y Martín Isaguirre. Dos días después de la muerte de
Ortiz, el 5 de Marzo de 1910, en ausencia de Loveira (que se desempeñaba como
senador provincial y presidente del Concejo Deliberante local. En esa época
ambos cargos no eran incompatibles) el intendente Ernesto Barbagelata, se había
apresurado a convocar al Concejo Deliberante para producir una declaración que
fue aprobada por unanimidad y en la cual, luego de repudiar el asesinato, el
cuerpo protesta muy ofendido contra la acusación “vertida por los interesados en
atribuir responsabilidad moral a los hombres del gobierno comunal, en el
lamentable suceso que ha sacudido todos los corazones y enlutado un hogar
digno y siempre respetado por las autoridades de este pueblo”. Pero la suerte del
régimen ya estaba echada. Las imputaciones eran abrumadoras, y mientras los
opositores intensificaban las acciones judiciales y las gestiones ante los poderes
públicos Loveira asumió el control del Concejo Deliberante, lo que era lo mismo
que decir, que había tomado las riendas del gobierno municipal; para tratar de
salvar una administración que, además de un tremendo déficit y un abultado
endeudamiento debía soportar la resistencia de los contribuyentes que se
negaban a abonar las tasas. (Cabe acotar aquí que la administración loverista
traía un fuerte arrastre de deudas). El año anterior el Concejo había autorizado la
contratación de un empréstito por un millón de pesos -que después no se
concretó- para realizar ciertas obras y pagar las deudas. Lo más importante eran
estas últimas, figurando como acreedores el Banco de la Provincia, por saldo del
préstamo para la construcción del empedrado; Polledo y Cía, por el mismo
trabajo, y Carlos A. Luchini, por la construcción de la nueva usina de aguas
corrientes en la plaza España La importancia de aquel proyectado empréstito
puede apreciarse mejor si se tiene en cuenta que el total de los recursos
municipales calculados para 1910 era de 425.000 pesos, suma visiblemente
inflada, ya que en 1916 había descendido a 308.000 pesos.
La mayor parte de aquella deuda no se pagó jamás y con los últimos acreedores
se llegó a un acuerdo recién en 1918. Luego de varias sesiones de rutina, el 5 de
junio de 1910 se efectuó una extraordinaria en la que el cuerpo deliberativo votó
por unanimidad una nueva declaración en defensa de su dignidad, señalando
que sus miembros permanecían “tranquilos en los puestos que el voto popular nos
ha señalado, con la solemnidad de un deber que no está al alcance de las
pasiones que han explotado para solicitar la dadiva generosa de los puestos
públicos. Que nuestra conciencia libre de prejuicios y de sombras, espera con
tranquila serenidad el fallo de la justicia”... Para firmar este documento solo
permanecían leales a Loveira el intendente Barbagelata y los concejales: Jesús
Moyano, Andrés D. Vaccarezza, Mariano Castellanos, Domingo Berrondo,
Domingo Esponda, Pedro Moras, Nicolás Grisolía, Lorenzo Vallerga, Bartolomé
Perrando y Alberto Calderón. No obstante, el final de aquella administración se
aproximaba inexorablemente. Recién el 10 de Octubre volvió a reunirse el
Concejo, después de una intervención -que más bien parece haber sido una
momentánea suspensión de funciones- dispuesta por el Poder Ejecutivo
provincial. Lo hizo con otra baja, la renuncia de Vaccarezza, que fue aceptada
asumiendo en su reemplazo Martín Zabaleta. La sesión tuvo por objetivo aprobar
una ampliación de las partidas de gastos, imprescindibles a raíz de las
circunstancias penosas por las que atravesaba la comuna, debido en primer
término a la prédica de “cierta prensa”. E1 intendente agregó en su informe la
situación que se vivía era consecuencia de una fuerte disminución de los ingresos
en el erario municipal por la inactividad comercial y la campaña que se realizaba
para que no se abonaran las tasas. Denunciaba que esa situación había hecho
multiplicar los gastos para contrarrestar esa propaganda. Había sido necesario
enviar a entrevistar a miembros de la prensa y realizar continuas gestiones en
Buenos Aires, La Plata y Mercedes, y fue también necesario atender los gastos
que demandaba la permanencia en Chivilcoy del considerable refuerzo policial. Se
aprobó finalmente la ampliación y ésta sería la última sesión de aquel Concejo
Deliberante. Poco después el gobernador Arias designaba a Julio Llanos como
comisionado municipal en Chivilcoy, iniciándose una intervención que se
prolongaría hasta finalizar el año 1913. Llanos estuvo como comisionado hasta el
año 1911, lo reemplazó Atilio Viale, reemplazado en 1912 por Camilo Isla, que
estuvo en el cargo de comisionado hasta el año 1913. En esa fecha se realizaron
las elecciones destinadas a normalizar la vida institucional del municipio.
Resultando electo intendente el señor Alberto Ortiz. Ya no volvería Loveira a dirigir
la política de Chivilcoy. Su vida pública se prolongó hasta la finalización del
mandato en la Legislatura. Pero en realidad había concluido la fatídica noche del 2
de Marzo de 1910 cuando los disparos hechos por sus hombres hirieron
mortalmente al poeta Carlos Ortiz.
Sus compañeros más consecuentes tuvieron la precaución de mantenerlo alejado
de las listas de candidatos, otros lo ignoraron o lo abandonaron.
A esa circunstancia se sumó la pérdida de su fortuna personal. No obstante, se
rehízo y en la década del veinte se lo vio compartiendo con los señores Medrano y
Caroni la titularidad de una firma dedicada a los remates de hacienda.
Cuando salía de su casa ubicada en la calle 9 de julio 177, sede actual del
Complejo Histórico Municipal, en su volanta, acompañado de unos pocos amigos
leales que compartieron su ostracismo; al dirigirse a la sede de la feria, solía
detenerse frente a los edificios del Consejo Escolar, de la Municipalidad y de la
Escuela Normal y les decía a sus acompañantes: “Ven este edificio lo hizo el
asesino de Loveira”.
Murió el 31 de Julio de 1933 dejando un recuerdo contradictorio de progreso y
violencia a la vez.
La Batalla Judicial
El Dr. Julianez, asumió –como sabemos- la difícil tarea de llevar a juicio y obtener
una condena para todos los implicados en la muerte del poeta Carlos Ortiz. Para
ello no sólo debió enfrentar a los acusados de haber cometido el crimen, sino
también a un poder judicial dotado de un sistema que perjudicaba la búsqueda de
la verdad. Un obstáculo era que se pudiera recusar a un juez sin causa que lo
justifique. Todo incriminado podía solicitar, por única vez, la recusación del Juez a
cargo del proceso. Con este sistema, mientras el proceso pasaba de una
autoridad a otra, la investigación quedaba detenida. Los acusados por la muerte
de Ortiz, echaron mano en forma sucesiva de este recurso para demorar el
proceso por un extenso período de tiempo. Este recurso y la “fianza de resultas”
que estaba instituido en el Art. 698 del Código de Procedimientos vigente en 1910.
El cual establecía que: “La fianza de resultas tiene por objetivo asegurar el pago
de los costos del juicio y de las indemnizaciones civiles en que pueda incurrir el
querellante, por razón de la querella”. Al igual que el recurso anterior, éste podía
ser solicitado por todos los acusados. Y fue lo que hicieron en forma sucesiva
cada uno de ellos para demorar el proceso. Les permitía a los acusados apartar a
los jueces de la causa cada vez que veían que la investigación se les tornaba
desfavorable. La defensa recusaba jueces y la querella traía jueces de La Plata
para garantizarles a las partes imparcialidad. Además, mantuvo vigente el tema en
la opinión pública, difundiendo informes sobre la marcha del proceso.
El 12 de mayo de 1910 el abogado Héctor Julianez eleva una petición al
Gobernador de la provincia de
Buenos Aires, general Inocencio Arias; solicitándole la intervención al municipio
de Chivilcoy.
El abogado de la familia Ortiz, creyó oportuno elevarle una nueva nota al
gobernador pidiéndole la intervención del municipio. Y así lo hizo el 14 de junio de
1910.
Ese mismo día para reforzar la nota enviada por Julianez, se entrevistaron con el
gobernador Arias los doctores Santiago Fornos e Irineo Moras. Fueron bien
recibidos porque desde el 1 de mayo de 1910, cuando el general Arias asumió
como gobernador, comenzó a implementar una política centralizadora. Les quitó a
los Concejos Deliberantes la facultad de elegir a los intendentes y se la reservó
para sí; es decir para el titular del Poder Ejecutivo bonaerense.
Consecuentemente, con esta política centralizadora, obtuvo en la Legislatura la
aprobación de una nueva Ley Electoral que les quitó a las autoridades municipales
intervención en el control de las elecciones. Todas estas medidas estaban
destinadas a combatir el caudillismo local y fueron acompañadas con la
intervención a varias comunas bonaerenses. Entre ellas la de Chivilcoy.
Poco tiempo después de presentado el escrito arriba transcripto, el P. E. de la
Provincia nombró un comisionado especial, designando a Manuel Gnecco, para
que interviniera la municipalidad de Chivilcoy, con el objetivo de impedir que los
miembros del Concejo Deliberante sesionaran hasta tanto se resolviera la
situación donde se acusaba al oficialismo de complicidad con el crimen cometido.
Esto dio origen a un planteo judicial que fué dirimido ante los tribunales de
Mercedes. El senador Vicente Loveira, como miembro de la Municipalidad, se
presentó ante la Suprema Corte, alegando la inconstitucionalidad de dicha medida
del Poder Ejecutivo.
El doctor Juan Ángel Martínez, en representación de este último le respondió
negativamente.
En agosto de 1910 el proceso nuevamente se sustanciaba en la Plata ante el Sr.
Juez Dr. Salas, debido a que el juez de Mercedes Thougnon Islas se había
excusado de continuar con la instrucción del caso. Al juez Salas se dirigió,
entonces, el abogado Julianez para pedir el desafuero del senador Loveira El
Concejo Deliberante de la Municipalidad de Chivilcoy había quedado desde el mes
de junio de 1910 con su actividad suspendida. En esas circunstancias el concejal
Mariano Storni presentó una demanda ante la Cámara de Apelaciones de la
ciudad de Mercedes y ante la gobernación sosteniendo que la Municipalidad de
Chivilcoy estaba funcionando en forma ilegal. Motivo por el cual solicitaba que se
declarara la acefalía de la comuna. Argumentaba su petición señalando que según
la Ley Orgánica Municipal de 1897 establecía que, acorde a su población, a
Chivilcoy le correspondía elegir a catorce concejales y que para funcionar
legalmente el quórum era de ocho concejales. Los cuales debían residir en la
localidad donde ejercían sus cargos. Dos de los catorce concejales habían
renunciado hacía muy poco tiempo. Con lo cual el Concejo se había visto reducido
a doce integrantes, pero de esos doce. Seis no cumplían con el requisito de residir
en la localidad. Motivo por el cual el Concejo Deliberante de Chivilcoy estaba
incumpliendo la ley. La situación de irregularidad se agravó a partir del 23 de julio,
cuando renunció a su banca de concejal el edil Alberto Blayé. Ante la situación
planteada el gobernador Arias, intervino la comuna oficialmente, designando
comisionado a Julio Llanos. Con lo cual las autoridades locales fueron
desplazadas del poder. Obviamente el más perjudicado fue Loveira, que ejercía
simultáneamente el cargo de presidente del Concejo Deliberante y el de senador
provincial. En esa época, como señalamos anteriormente, no había
incompatibilidad de los cargos. Pero aunque Loveira conservó su cargo de
senador provincial, la pérdida de poder en el ámbito local le trajo como
consecuencia la imposibilidad de controlar la política lugareña. Lo que equivalía a
perder la base sobre la que se había sustentado su poder. Su distanciamiento de
las autoridades provinciales y de su propio partido provocaron su inevitable
declinación. La cual sostiene José María D’Angelo se habría producido igual
indefectiblemente, aunque no se hubiera producido el asesinato de Ortiz, al decidir
el gobernador Arias prescindir de los caudillos y centralizar el poder en su
persona. Interviniendo las comunas donde no gobernaran sus partidarios.
Por supuesto que Loveira intentó retener su parcela de poder, hizo gestiones
dentro de su propio partido político e inclusive intentó acercarse a la Unión Cívica
Radical. Pero todos le cerraron sus puertas. Porque estaba tan desprestigiado,
que su persona restaba votos en vez de sumarlos.
En noviembre de 1910 deja de publicarse el diario “El Nacional” de Chivilcoy que
lo había defendido y que siempre había hecho propaganda a su favor. En esa
imprenta comenzó a publicarse “La Razón” (de Chivilcoy) que proclamó su
neutralidad ante el enfrentamiento que dividía a una buena parte de la sociedad
chivilcoyana y centró su atención en los temas económicos y sociales. Mientras
que “El Debate” como símbolo de los nuevos tiempos, pasó a convertirse en el
órgano oficial del Partido Conservador de Chivilcoy.
En su caída Loveira arrastró, momentáneamente, a todos los que lo habían
apoyado, en contraposición los miembros de la Comisión Popular se encumbraron
y cuando el 20 de agosto de 1911 se reestructuró el comité del Partido
Conservador de Chivvilcoy. Sus enemigos se repartieron los cargos con vistas a
unas elecciones que ellos creían inminentes en 1911, pensando que la
intervención de la comuna llegaría a su fin. Pero no fue así. En septiembre de
1911 Julio Llanos fue reemplazado por Atilio Viale, a quien sucedió en 1912
Camilo V. Islas y en 1913 lo reemplazó Luis García. Ese año, por fin se realizaron
las elecciones para elegir a las nuevas autoridades comunales.
En 1912 todavía Loveira no se rendía y trataba de aglutinar partidarios en torno a
su persona. Ante esto el Comité del Partido Conservador invitó a acercarse al
partido a esos elementos, a los cuales se les prometió que se les reconocerían los
servicios que prestaran a la causa. Esta maniobra, estaba destinada a impedir el
resurgimiento de Loveira y debilitarlo aún más.
El 12 de septiembre de 1912 falleció el gobernador Arias. Lo reemplazó en el
cargo su vicegobernador, el coronel Ezequiel de la Serna, el cual puso fin a la
intervención de la comuna y convocó a elecciones de autoridades municipales
para el día 24 de noviembre de 1912.
Esta circunstancia fue aprovechada por Loveira para intentar recuperar el poder.
Armó una lista de candidatos y mintió mencionando el nombre de algunos
adherentes, utilizando el nombre de algunas personas de prestigio para hacerle
creer a la opinión pública que contaba con el respaldo de ellos. Estas personas
recurrieron a la prensa para desmentirlo y así hacer fracasar la maniobra. La otra
jugada consistió en realizar una invitación a comer asado y beber, el mismo día
que el Comité Conservador. Pero los preparativos de unos y otros se vieron
frustrados, cuando el interventor Camilo V. Islas le comunicó al gobernador que se
habían realizado fraudes cuando se recibieron los nombres de los escrutadores y
pidió la suspensión de las elecciones. A lo que el gobernador accedió.
Mientras estos y otros hechos típicos de la política se iban sucediendo la Justicia a
fines de 1912 dio a conocer su veredicto con respecto al asesinato de Carlos Ortiz
sentenciando a Emilio C. Barrios a ocho años de prisión y a Prisciano Cofré a seis
años de reclusión. Poca pena para castigar el delito de segar una vida. Si de la
muerte no se vuelve, los asesinos no deben volver a gozar de la libertad.
Con respecto a Loveira la Justicia falló lo siguiente:
“Antes de entrar á considerar la procedencia de la acusación
particular, el juzgado cree de su deber, como un acto de
justicia, declarar, que los cargos hechos contra don Vicente
Loveira carecen de fundamento, pues, salvo los referidos
escritos en el proceso; no existen circunstancias que
autoricen á pensar que el expresado haya tenido
participación directa o indirecta en el hecho”.
El fin de una época y el comienzo de otra
El 15 de marzo de 1913 falleció el gobernador en ejercicio Ezequiel de la Serna,
siendo reemplazado por el presidente del Senado bonaerense, Eduardo Arana,
quien convocó a elecciones para el 6 de abril de 1913 en varios municipios que
estaban intervenidos, entre ellos el nuestro.
Ese día se llevaron a cabo los comicios que pondrían fin a la intervención de la
comuna. El triunfo del Partido Conservador fue rotundo. Obtuvo 2306 votos de un
total de 3249 votos emitidos. Los otros partidos se repartieron los escasos 943
votos restantes. Alberto Ortiz, hermano del poeta, fue elegido intendente
municipal. Su triunfo marcó el fin definitivo del loveirismo y la consagración de
Antonio Seara como nuevo caudillo conservador. Los conservadores se
mantuvieron en el poder hasta 1917, cuando la provincia de Buenos Aires fue
intervenida por el presidente radical Hipólito Yrigoyen y en Chivilcoy fue designado
interventor el Dr. Pedro Calderón. Poniéndose fin así a más de treinta años de
predominio conservador en el Partido de Chivilcoy.
Rubén Osvaldo Cané Nóbile
Foto: Vicente Domingo Loveira (19/11/1853-31/07/1933), considerado como
el autor intelectual del asesinato del poeta Carlos Ortiz.
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